El eterno apagón: una sombra sobre el progreso dominicano
Pasado el mediodía del martes, gran parte de la República Dominicana quedó súbitamente paralizada por un apagón que se extendió durante horas y afectó a millones de ciudadanos. No fue solo una noche sin luz; esta vez, la oscuridad comenzó en pleno día, interrumpiendo labores, clases y servicios esenciales. Oficinas cerradas, semáforos fuera de servicio, negocios detenidos y hospitales en tensión: la escena fue un retrato fiel de la fragilidad del sistema eléctrico nacional.
Las autoridades ofrecieron explicaciones técnicas (una falla en la red de transmisión, un “evento fortuito”, según algunos reportes), pero la población ya no se conforma con excusas. Los apagones no son accidentes aislados; son síntomas de un mal crónico que arrastra décadas de improvisación, falta de inversión planificada y corrupción en el manejo energético.
El país ha hecho avances, es cierto: se han instalado nuevas plantas y se habla de transición hacia fuentes renovables. Sin embargo, el problema no radica solo en la generación, sino en la gestión. Cada vez que la luz se va, la confianza también se apaga. No hay desarrollo posible si el ciudadano común no puede contar con un servicio básico y estable.
El impacto es profundo: comercios pierden productos, los estudiantes no pueden continuar sus clases virtuales, y los hogares sufren el calor sofocante sin ventiladores ni refrigeradores. En un país que aspira a ser un referente turístico y de inversión en el Caribe, estas interrupciones son más que una molestia; son un freno al progreso y una mancha en la credibilidad institucional.
Ya es hora de que la discusión energética se saque del terreno político y se coloque en el de la responsabilidad nacional. No se trata de quién gobierna, sino de cómo se gobierna. Un sistema eléctrico moderno, transparente y sostenible no es un lujo, sino una necesidad.
Mientras tanto, los dominicanos seguimos esperando no solo que vuelva la luz, sino que algún día llegue la claridad de una gestión que realmente ilumine el futuro del país.
El autor es Psicólogo clínico y miembro del Colegio Dominicano de Psicólogos (CODOPSI).